¿Quién de nosotros no ha pensado alguna vez al ver un concurso de mates o una acción espectacular en un partido de baloncesto que sus principales protagonistas tenían las características físicas suficientes para destacar en el Atletismo, en este caso concreto en alguna disciplina de saltos?.
Este mismo análisis lo podemos extrapolar a muchos otros deportes de equipo o individuales. En numerosas ocasiones los apasionados del Atletismo tenemos tendencia a proyectar hacia nuestro deporte las prestaciones de aquellos talentos físicos que destacan en cualquiera de los deportes más mediáticos.
Pero la realidad con la que nos encontramos en el día a día es que en los países desarrollados estos deportistas de genética privilegiada prefieren dedicarse a “jugar” a este otro tipo de deportes mucho menos sacrificados, en los que pueden destacar sin necesidad de pulir sus cualidades físicas, en lugar de dedicarse en cuerpo y alma a buscar los verdaderos límites de su talentoso organismo.
Por suerte, en el caso del nuevo campeón del mundo de salto de altura, Donald Thomas, tenemos una excepción a esta regla habitual. Thomas, de origen bahameño, pero con desarrollo educativo/deportivo 100% estadounidense desde la Universidad, se defendía con soltura en las canchas de baloncesto y es posible que hubiera acabado haciendo carrera en el baloncesto profesional, pero un buen día de enero de 2006, y por medio de una apuesta, su suerte cambió de destino.
La historia es la siguiente. Por aquel momento Thomas formaba parte del equipo de baloncesto de la Universidad de Lindenwood (St. Charles, Missouri). Allí había pasado los últimos cuatro años, pero jugando principalmente partidos de street basketball en lugar de competiciones oficiales, por desaveniencias con su entrenador.
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Artículo completo en el número especial de septiembre/octubre de Atletismo Español
(PS: si alguien tiene una muy buena excusa para no comprar la revista, y quiere leer el artículo entero, que me mande un mail)
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